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Las lluvias no eran evitables; las muertes sí

La devastación que dejó el desbordamiento del río Cazones en Veracruz no fue solo producto de lluvias intensas. Fue también el resultado de una cadena de alertas que falló en dos de sus cuatro fases fundamentales. El resultado fue 34 personas fallecidas y 14 desaparecidas en el estado del total de 76 muertos y 31 desaparecidos en las entidades afectadas.

Las autoridades emitieron avisos meteorológicos e hidrológicos. La Comisión Nacional del Agua (Conagua) registró el jueves 9 de octubre que el nivel del río ya superaba el umbral crítico de 1.91 metros en la estación Puente Palomas. Además, advirtió que se contaba con 7 a 10 horas para actuar.

Según explicó el investigador Jorge Luis Vázquez Aguirre de la Universidad Veracruzana en entrevista con El Universal, hay cuatro etapas en la alerta temprana para enfrentar desastres naturales: conocimiento del riesgo, seguimiento técnico y pronóstico, comunicación y difusión de alertas y capacidad de preparación y respuesta. Según detalló el especialista, no se cumplió cabalmente con todos los procedimientos, especialmente en las últimas dos fases.

Los avisos llegaron tarde, se concentraron en redes sociales y no incluyeron una orden explícita y generalizada de evacuación. En varias comunidades vulnerables de Poza Rica, muchas familias durmieron sin conocer la gravedad de la amenaza.

Una alerta temprana eficaz no se mide solo por su emisión, sino por su alcance, accesibilidad y acción efectiva en la población. En Veracruz, las autoridades sí tenían conocimiento del riesgo, pero no se comunicó el riesgo de manera oportuna ni se ordenó a tiempo la urgencia de evacuación.

La falta de respuesta efectiva de las autoridades de Veracruz confirma, una vez más, que la protección civil importa. Era su responsabilidad informar a tiempo por todos los medios posibles a la población que debía evacuar. La incapacidad del gobierno de Rocío Nahle lleva en sus hombros muertes que eran evitables.