El PAN anunció su relanzamiento nacional, un esfuerzo con el que busca reposicionarse como una fuerza política renovada tras años de desgaste y pérdida de apoyo ciudadano. Según el anuncio oficial, el relanzamiento busca presentar “nuevas ideas sin renunciar a los valores que dieron origen al partido”, entre ellos la defensa de la patria, la justicia, la familia y la libertad.
Este lavado de cara se antoja difícil, pues el desprestigio del partido es severo. De acuerdo con una encuesta de El Financiero publicada en agosto de 2025, 81% de los mexicanos tienen una opinión mala o muy mala del PAN y sólo 12% una opinión positiva. La caída del PAN y del PRI y la desaparición del PRD se explican por un profundo desencanto de la ciudadanía con una clase política insensible a las necesidades de las mayorías y que utilizaba los cargos públicos para el beneficio y enriquecimiento personal.
Una de las primeras acciones estratégicas ha sido marcar distancia del PRI, su antiguo aliado en la coalición opositora, con el fin de deslindarse del desprestigio asociado a ese partido. Es cierto que el PRI genera aún más rechazo entre los mexicanos, pero un relanzamiento del PAN necesitará más que deshacerse del tricolor y organizar una marcha.
La dirigencia del partido no parece estar haciendo un análisis serio para estructurar una oposición viable bajo el régimen del morenismo. No parece siquiera capaz de organizarse al interior del instituto político: figuras como Adriana Dávila han criticado el relanzamiento por carecer de autocrítica y la inclusión de todos los miembros del partido.
La oposición panista, después de siete años de ser aplastada, parece entender que un relanzamiento es necesario. Sin embargo, hasta el momento no hay señales de que sea capaz de articular una estrategia para convencer a un electorado que perdió hace tiempo.