La acción legal del presidente francés, Emmanuel Macron, contra la comentarista Candace Owens, desató un debate fundamental: el costo por la defensa de la verdad.
El caso ilustra uno de los grandes desafíos actuales, tal y como lo señaló el Foro Económico Mundial: la desinformación es el principal riesgo global del año.
El litigio de Macron pone el foco en cómo las plataformas digitales están provocando un "cisma en personas tan poderosas" al permitir la difusión de "versiones sin ningún sustento".
El caso ilustra uno de los grandes desafíos actuales, tal y como lo señaló el Foro Económico Mundial: la desinformación es el principal riesgo global del año.
El litigio de Macron pone el foco en cómo las plataformas digitales están provocando un "cisma en personas tan poderosas" al permitir la difusión de "versiones sin ningún sustento".
Mario Campos, periodista y profesor universitario, explicó que el contenido en plataformas con fines de lucro tiene un objetivo primario. No buscan la verdad, sino "que genere conversación que genere tráfico y que en ese sentido genere ingresos económicos". A diferencia de los medios tradicionales, los cuales pasan por "algún proceso de verificación", estas plataformas "no tienen que responder a ningún tipo de ética periodística".
Las teorías de conspiración y los contenidos escandalosos alimentan una peligrosa doble función. Por un lado, buscan "alimentar un discurso una ideología". Por otro lado, solo buscan "hacer recursos por el tráfico que generan".
Este fenómeno se alimenta de un contexto digital propicio: las cámaras de eco o burbujas informativas. En ellas, los usuarios "se rodean de fuentes de información que confirman justamente nuestras creencias". Esto amplifica la versión y la refuerza.
El riesgo es que la sociedad ha caminado hacia un estado donde "no es importante que sea verdadero sino que basta con que sea verosímil". A una persona le sonará creíble el contenido "en función de mis prejuicios en función de mis filias y de mis fobias". Esto es suficiente para darlo por bueno.
Frente a una acusación de este tipo, el afectado enfrenta un dilema ético. La lógica tradicional dicta "ni respondas, no valides, no legitimes". Esto evita validar la discusión y ser arrastrado a esa conversación. El caso de Macron demuestra la dificultad de mantener esa distancia ante la ofensiva de la desinformación.