Francisco Flores, miembro del equipo mexicano que ganó el Mundial Sub-17 en 2011, reveló una de las barreras que enfrentó en Cruz Azul para dar el salto a Europa.
Flores contó que tras levantar el título con la selección, fue contactado por visores del Olympique de Lyon y del Lille, quienes mostraron interés en contratarlo. El defensa, que en ese momento estaba con Cruz Azul, aseguró que los contactos llegaron incluso a hablar con directivos del club para discutir precio y condiciones.
Según Flores, Cruz Azul puso un precio demasiado alto: 8 millones de dólares. Cuando él intentó gestionar su salida, acudió con Alberto Quintano, Director deportivo del club entonces, para pedir que intercediera ante la directiva. Flores recuerda que Quintano le respondió con una frase que marcó su carrera: “Son 8 millones, si no, no te vas. Y si los franceses no lo quieren pagar, dile a tu papá que vaya al banco y pida un préstamo.”
Tras esto, Flores señaló que no tenía representante ni apoyo suficiente para negociar esas condiciones por su cuenta. Tras esas trabas, su salida no prosperó, su continuidad en Cruz Azul fue discreta y nunca llegó a jugar en Europa, a pesar de su potencial y de las miradas que tenía sobre él.
Este episodio dimensiona al futbol mexicano por la dificultad que tienen los jóvenes talentos para salir al extranjero cuando los clubes elevan las exigencias económicas de forma desproporcionada.
Aunque algunos reclutadores locales pueden ser “deficientes” en su visión o estrategia, lo que aquí se ve es otra cosa: una lógica de que el jugador mexicano sólo con posible ganancia económica instantánea para el club vale algo, y de que si esa ganancia no se ve (o no se pueda pagar) el club prefiere retenerlo aunque eso signifique truncar carreras.
Flores contó que tras levantar el título con la selección, fue contactado por visores del Olympique de Lyon y del Lille, quienes mostraron interés en contratarlo. El defensa, que en ese momento estaba con Cruz Azul, aseguró que los contactos llegaron incluso a hablar con directivos del club para discutir precio y condiciones.
Según Flores, Cruz Azul puso un precio demasiado alto: 8 millones de dólares. Cuando él intentó gestionar su salida, acudió con Alberto Quintano, Director deportivo del club entonces, para pedir que intercediera ante la directiva. Flores recuerda que Quintano le respondió con una frase que marcó su carrera: “Son 8 millones, si no, no te vas. Y si los franceses no lo quieren pagar, dile a tu papá que vaya al banco y pida un préstamo.”
Tras esto, Flores señaló que no tenía representante ni apoyo suficiente para negociar esas condiciones por su cuenta. Tras esas trabas, su salida no prosperó, su continuidad en Cruz Azul fue discreta y nunca llegó a jugar en Europa, a pesar de su potencial y de las miradas que tenía sobre él.
Este episodio dimensiona al futbol mexicano por la dificultad que tienen los jóvenes talentos para salir al extranjero cuando los clubes elevan las exigencias económicas de forma desproporcionada.
Aunque algunos reclutadores locales pueden ser “deficientes” en su visión o estrategia, lo que aquí se ve es otra cosa: una lógica de que el jugador mexicano sólo con posible ganancia económica instantánea para el club vale algo, y de que si esa ganancia no se ve (o no se pueda pagar) el club prefiere retenerlo aunque eso signifique truncar carreras.