El Barcelona vuelve a estar en el ojo del huracán judicial: según medios en España un juez ha detectado indicios de dos delitos en el fichaje de Antoine Griezmann en 2019. Se acusa al club de los delitos de administración desleal y falsedad contable, en el contexto de lo que se cree era una maniobra para evitar una denuncia por negociaciones ilegales, cuando Griezmann todavía tenía contrato con el Atlético de Madrid.
La investigación señala que Barcelona pagó 15 millones de euros al Atlético de Madrid para disuadirlo de presentar pruebas de las negociaciones que habrían sido adelantadas, algo prohibido bajo las normativas de la FIFA y de la Real Federación Española de Fútbol (RFEF). Se habría encubierto ese pago mediante la simulación de un contrato de tanteo prioritario sobre jóvenes futbolistas, simplemente para darle apariencia legal al desembolso.
Esto se suma a otros casos de sospechas que ya pesan sobre el Barça: el conocido Caso Negreira, donde se investigan pagos al exárbitro José María Enríquez Negreira presuntamente sin un trabajo real, y otra serie de irregularidades detectadas en fichajes como los de Malcom o tarifas de comisiones excesivas que apuntan a una mala gestión sistemática.
Al debatir si todo esto convierte al Barcelona en un equipo “tramposo”, es importante distinguir entre acusaciones aún en curso y pruebas definitivas. El término “tramposo” puede sonar impreciso o cargado emocionalmente, pero lo que sí se ve claramente es un patrón, decisiones administrativas opacas, pagos cuestionables, simulaciones contractuales y una estructura empresarial que permitió que esto sucediera. El club ha sido acusado de evadir controles internos y federativos, lo que erosionó su credibilidad.
Los errores estructurales y la falta de buena administración le han generado este cúmulo de problemas que, de no corregirse, podrían dañar su legado más de lo que ya lo ha hecho.
La investigación señala que Barcelona pagó 15 millones de euros al Atlético de Madrid para disuadirlo de presentar pruebas de las negociaciones que habrían sido adelantadas, algo prohibido bajo las normativas de la FIFA y de la Real Federación Española de Fútbol (RFEF). Se habría encubierto ese pago mediante la simulación de un contrato de tanteo prioritario sobre jóvenes futbolistas, simplemente para darle apariencia legal al desembolso.
Esto se suma a otros casos de sospechas que ya pesan sobre el Barça: el conocido Caso Negreira, donde se investigan pagos al exárbitro José María Enríquez Negreira presuntamente sin un trabajo real, y otra serie de irregularidades detectadas en fichajes como los de Malcom o tarifas de comisiones excesivas que apuntan a una mala gestión sistemática.
Al debatir si todo esto convierte al Barcelona en un equipo “tramposo”, es importante distinguir entre acusaciones aún en curso y pruebas definitivas. El término “tramposo” puede sonar impreciso o cargado emocionalmente, pero lo que sí se ve claramente es un patrón, decisiones administrativas opacas, pagos cuestionables, simulaciones contractuales y una estructura empresarial que permitió que esto sucediera. El club ha sido acusado de evadir controles internos y federativos, lo que erosionó su credibilidad.
Los errores estructurales y la falta de buena administración le han generado este cúmulo de problemas que, de no corregirse, podrían dañar su legado más de lo que ya lo ha hecho.